El cáncer de ovario es el tercer tumor ginecológico más frecuente en todo el mundo y normalmente aparece después de la menopausia, aunque también puede surgir en mujeres jóvenes con antecedentes familiares de cáncer de ovario o mama. Por desgracia, esta enfermedad suele diagnosticarse cuando ya se encuentra en un estadio avanzado puesto que no produce dolencias claras y cuando estas se originan, en la mayoría de los casos, el cáncer ya se ha expandido hacia otros órganos. Esta es la principal razón que explica la elevada mortalidad de esta afección.
La sintomatología es inespecífica y a menudo se confunde con alteraciones en el aparato digestivo y la vejiga. La hinchazón abdominal, el estreñimiento o el sangrado postmenopáusico son algunos de los indicios más frecuentes.
Las posibilidades de superar la enfermedad están muy relacionadas con su propagación fuera del ovario y se estima que solo un 20% de los casos están aún sin diseminar cuando se diagnostican. Por lo tanto, es fundamental realizar revisiones ginecológicas para descubrir esta patología a tiempo, que se determina a través de ecografías transvaginales o marcadores tumorales en sangre, entre otros métodos.
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