El pasado 4 de marzo se celebró el Día Mundial de la Obesidad, una enfermedad que, según la Organización Mundial de la Salud, padecen mil millones de personas en el mundo. Entre las consecuencias que puede provocar esta afección se encuentra la infertilidad, que repercute directamente en ambos sexos. En el caso de los hombres la obesidad perjudica su calidad seminal, mientras que en las mujeres origina una serie de desórdenes endocrino-metabólicos que pueden producir alteraciones en el ciclo menstrual, peor calidad de los ovocitos y alteraciones endometriales.
La obesidad también influye directamente en los tratamientos de fertilidad, puesto que las mujeres que padecen esta enfermedad necesitan una mayor dosis de fármacos y más días para responder a la estimulación ovárica. A su vez, la calidad de los embriones también será menor y, unido a las alteraciones en el endometrio, tendrán menores tasas de implantación. También hay que recordar, las complicaciones obstétricas que conlleva esta enfermedad, empezando por el aumento de los abortos.
La fecundación in vitro o la inseminación artificial pueden ayudar a la hora de conseguir un embarazo deseado, pero no intervienen en la calidad del semen o de los óvulos. Por lo tanto, se recomienda perder peso antes de someterse a una técnica de este tipo para así evitar problemas posteriores y aumentar las posibilidades de éxito.
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